Cuando no salen las cuentas surgen los cuentos. Escuché hace unos años esta especie de refrán. El proverbio viene a decir, básicamente, que las mejores ideas, las mejores historias, surgen en tiempos difíciles, sacando el ingenio más creativo del ser humano.

Durante el franquismo, el séptimo arte se vio amordazado con la censura. Esta ya existía desde antes de Primo de Rivera, pero el contenido moral de las películas comienza en ésta época a ser objeto de un control más detenido[1]. El mundo del arte tuvo que buscar nuevas fórmulas, los artistas tuvieron que exprimir su ingenio para poder contar, mostrar o narrar la realidad del país sin ser censurados. Dentro de esta generación de artistas aparece uno de los directores más importantes del cine español, Luis García Berlanga.

Este cineasta valenciano nacido en 1921, cuyo centenario se conmemora en la actualidad, creció como realizador bajo la sombra del código de censura, adaptándose y buscando nuevas fórmulas para la comedia.

Mediada la década de 1940, tras la declaración de la república y las primeras elecciones, se asienta un movimiento cinematográfico conocido como neorrealismo italiano. Este, cuya primera piedra fue Roma, ciudad abierta (1945, Rosselini), muestra la cara más amarga de la postguerra y una nueva forma de narrar, ajena a los convencionalismos estadounidenses. Como contraplano, España, en los albores de la dictadura, no muestra, o no deja mostrar, la realidad del país en su cine. Tras las cortapisas impuestas por el régimen, la mirada de Berlanga parte de hacer uso de la comedia como un velo traslúcido para disfrazar la realidad de una España castigada por el hambre y la miseria, estirando la tragedia con su estilo ácido, folclórico y paródico. Estas disparatadas situaciones son una influencia del teatro absurdo y el esperpento, de escritores como Valle-Inclán, Jardiel Poncela o el mismísimo Miguel Mihura, con el que trabajó para el guion de la película Bienvenido, Mister Marshall (1953, Berlanga).

Su cine llega hasta la etapa de la Transición, un periodo sin la losa de la censura en la que se muestra más desatado que nunca. Durante esta etapa aflora la parodia de la clase burguesa del franquismo en su trilogía nacional, arrancando con La escopeta nacional (1978, Berlanga). Su filmografía ha ido diseccionando con bisturí la historia y la sociedad española del siglo XX, desde la postguerra hasta la transición.

Este 2021, año del centenario de su nacimiento, son muchos los acontecimientos que han vuelto a poner en valor la carrera del director valenciano: diversas exposiciones centradas en su trayectoria, la aceptación por parte de la RAE del adjetivo berlanguiano y, por supuesto, el legado que depositó en 2008 en el Instituto Cervantes, que contenía el guion inédito de la película ¡Viva Rusia!, la que vendría a ser la cuarta parte de la saga “Nacional”.

Autor: Borja Guilló, técnico del Museo Escolar.